No bajemos la guardia
16 También podríamos caer en la tentación de hacer algo que desagradara a Dios cuando estamos a solas. Por ejemplo, podríamos aficionarnos a escuchar música poco recomendable. Imaginémonos que un cristiano ha adoptado esa mala costumbre. En cierto momento, su conciencia comienza a molestarlo, pues él sabe que está pasando por alto los consejos bíblicos que ofrecen las publicaciones del “esclavo fiel y discreto” (Mat. 24:45). Entonces decide orar sobre el asunto y recuerda las palabras de Efesios 4:30. Como no quiere hacer nada que contriste el espíritu santo, decide firmemente no volver a escuchar ese tipo de música. Sin duda, Jehová bendecirá la actitud del hermano. Pues bien, todos debemos ser igual de vigilantes para no contristar el espíritu de Dios.
17 Si dejamos de orar y bajamos la guardia, podríamos caer en malos hábitos o prácticas inmundas y así contristar el espíritu. Recordemos que el espíritu es la fuerza que emplea nuestro Padre celestial para efectuar su voluntad. Por eso, contristar, o entristecer, el espíritu equivale a contristar, o entristecer, a Jehová, y eso es algo que jamás querríamos hacer (Efe. 4:30, nota). En el siglo primero, los escribas judíos afirmaron con malicia que si Jesús realizaba milagros, era debido al poder de Satanás (léase Marcos 3:22-30). Y al hacerlo, aquellos enemigos de Cristo “blasfema[ron] contra el espíritu santo”, lo cual es un pecado imperdonable. ¡Que nunca nos suceda eso a nosotros!
18 Puesto que no queremos hacer nada que pueda llevarnos a cometer un pecado imperdonable, siempre debemos recordar el consejo de Pablo de no contristar el espíritu. Pero ¿y si ya hemos cometido un pecado grave? Bueno, ¿nos hemos arrepentido y hemos buscado la ayuda de los ancianos? Entonces podemos concluir que Dios nos ha perdonado y que no hemos pecado contra el espíritu. Además, podemos apoyarnos en Jehová, con la confianza de que nos dará las fuerzas para no volver a hacer nada que entristezca su espíritu.
19 Mediante su fuerza activa, Dios fomenta el amor, el gozo y la unidad entre su pueblo (Sal. 133:1-3). Por eso no debemos contristar el espíritu esparciendo chismes o hablando mal de los siervos nombrados por espíritu (Hech. 20:28; Jud. 8). Al contrario, hemos de promover la unidad y el respeto en la congregación. No estaría bien que la dividiéramos formando grupitos cerrados. Pablo escribió: “Los exhorto, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a que todos hablen de acuerdo, y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén aptamente unidos en la misma mente y en la misma forma de pensar” (1 Cor. 1:10).
20 Jehová puede y quiere ayudarnos a no contristar su espíritu. Nosotros, por nuestra parte, debemos tomar la firme decisión de no caer en ese error. Con ese fin, continuemos pidiéndole a Dios su fuerza activa y “sembrando con miras al espíritu”; así podremos seguir su guía ahora y para siempre.
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