viernes, 12 de julio de 2013

Nuestro Señor Jesucristo, el varón glorioso, es un refugio que nunca se derrumba. Escondidos en Él, vemos cómo pasa la tormenta arrolladora, mas nosotros descansamos tranquilos en su seguridad. Refugiémonos hoy en nuestro escondedero y cantemos confiadamente bajo la protección de nuestro refugio: ¡Bendito Jesús! ¡Cuánto te amamos! Bien podemos amarte, porque Tú eres nuestro refugio en la tempestad.

Alma mía, en Dios solamente reposa,
porque de él es mi esperanza.
El solamente es mi roca y mi salvación.
Es mi refugio, no resbalaré.
En Dios está mi salvación y mi gloria;
en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio.
Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos;
derramad delante de él vuestro corazón;
Dios es nuestro refugio.
Salmos 62:5 - 8

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